Me burlo de mis ojos cuando lloro. Esas lágrimas son la leve expresión de un muchacho con ansias de desahogarse como jamás lo había hecho. ¿Por qué? Pensarán ellos, a todo el mundo, bizco o menos bizco, le gusta probar cosas nuevas.
Salgo a la calle en un día soleado y me empapo creyendo que está lloviendo. ¡Qué tonterías que dice este tío! Si cuando la imaginación de un ser humano se junta con sus pensamientos se puede hacer una teoría.
Ríete, estás en tu derecho. El Artículo 20 de la Constitución Española de 1978 así lo reconoce como una forma de “expresión”, el derecho fundamental convertido en un mero gesto hacia la locura de un sistema nervioso contagiado por el Siglo XXI.
Nadie llama al teléfono y te crees el ser con mayor paz interior y exterior posible; si te llaman haces prejuicios selectos de cuándo apretar el botón verde; si te cuelgan, ejerces el comodín de la rellamada; apágalo y mañana es otro día.
Pisas una mierda y te da buena suerte, pero llevar las suelas de los zapatos tipo escarabajo pelotero, quiere decir que por más que hayas pisado mierda en tu vida, eso no va a cambiar el rumbo de los acontecimientos. Cuanta más mierda, peor huele, igual suerte.
Ser desperfecto de dones, ser despojado de intenciones. Abrazando las sábanas de la cama y recordando aquel día en que tu ropa interior, eran pañales; quien más te quiere, tu mejor sirvienta; tu hobbie preferido, pasar de todo.
Palabras abstractas de significado unipersonal, que nadie entiende cuál es su fin u objetivo. Ánimo de lucro escondido, pero con grandes dosis de ánimo de júbilo para el que lo escribe; ánimo de aburrimiento, pero con pequeñas dosis de misterio, el que lo lee.
Me sacio a carcajadas del que recuerda el pasado y se amarga al verme vivir, pero me siento orgulloso al saber que dejar de lado esa etapa de crónicas imperecederas ha sido pisar esa bosta por la que hoy en día, me burlo de mi propia felicidad.