"Querido Diario", esto es una buena forma de empezar. No creo en ti ni en tu filosofía, por que tus páginas deben ser el legado de los recuerdos más preciados, esos que te inciten a seguir escribiendo, a seguir viviendo. Yo no tengo Diario, no te tengo a ti, porque hace dos años, esto que veo ahora no era más que imaginación, no había nada que llevar al papel que conforman tus entrañas.
Es curioso que allá tiempo las cosas eran diferentes. Los números me daban escalofríos, las letras me sumergían en un mar de pereza, hoy en día sumo cada vez que abro la cartera y gasto tantos lápices como palabras caben en mi cabeza. Pago al contado y anoto lo que he gastado; cuento mis fallos y los relato en mis documentos; cálculos sin calculadora, letras sin fotocopiadora.
Ayer por la noche soñé. No era yo el protagonista de ese sueño, a decir verdad era una pesadilla. Quien ocupaba mi mente subconsciente llevaba el nombre de AIÓN. Era un chico fuerte moralmente, de grandes ansias. Tenía el poder de ver más allá de donde vivía, posicionarse en un determinado momento y, siendo realista, amanecer en pensamientos de alegría. Sus pasos eran baldosas que se ceñían al suelo sin importar lo que rápidamente sucedía alrededor. Su evasión era su seguridad.
Pero hubo otra parte de ese sueño, de ese momento de mortalidad provisional. Apareció una figura femenina, de rostro acelerado, de gestos abstractos, de mente sosiega. Su nombre era ANANKÉ. Como darle la vuelta al mundo, su llegada supuso un cambio. Apareció la eternidad, sopesaron las ganas, quebraron los huesos y todo se hizo monótono. Se creó un agujero negro que tardó, a la vista de sus ojos, años en cerrar. Y justo cuando el cerrojo de ese sueño culminó, yo desperté con Lux de frente.
Anonadado por la ansiedad, estupefacto por lo pasado, tardé varios días en tomar una decisión. Nunca he tomado productos alucinógenos, pero estar sumido en un mar de confrontaciones anímicas tiene unos efectos secundarios muy parecidos. Hablar solo no es completamente estar loco, porque puede haber personajes ficticios manteniendo conversación contigo, y yo recuerdo, en su momento, tomar en consideración los consejos de esas figuras imaginativas que se retrataban cuando iba caminando por los pasillos de un recoveco de mi vida.
Aunque ya casi no me visiten, te lo dejo aquí escrito: quien aparecía siempre a mi izquierda se llamaba Era; quien se sentaba a mi derecha, Tempus. Tenían un dialecto muy parecido y eran muy cultos, creo que sus nombres brotan de sabiduría. Eso y mi pensamiento de que me conocían muy bien, fue algo que fui descubriendo a medida que hablaba con ellos. No obstante, con quien mejor me llevaba era con Tempus, quien más se personificaba. Recuerdo una conversación:
“Si bien dices que todo lo curas, saca el Don de curandero. Me has robado dos años sin pedir permiso, ahora es hora de que los minutos corran a mi favor. No pido que des cuerda en sentido opuesto a las agujas del reloj, sólo te pido que no se te gasten las pilas, la energía de tu sonido característico. Haz un libro de Bucay sólo conmigo y no depares en los gastos que te supondrá ese hito”.
Y así fue, y así te lo relato a ti, "Diario". Dicen que los sueños no se cuentan (asemejándose a los deseos), y que siempre tienen relación con lo que te sucede en la vida. Sinceramente, puede ser. Mirando hacia atrás, bajando la cabeza hoy y estableciendo de reojo un punto de fuga, vuelvo a decir, puede ser. Lo normal es que, como tú eres el único que sabes lo que estoy diciendo en este cacho de balcón, puesto que las estrellas están muy lejos y los sonidos hacen caso omiso a mi presencia, guardes lo que te digo y no me mires con desprecio. Hazte el favor.
Por miedo a que mis pensamientos se llevasen las neuronas que me quedaban, me acostumbré a levantarme de la cama siempre de la misma forma; a mantenerme en pie siempre como todos los demás; a guiarme exactamente por las mismas normas; a buscar aliento y no quedarme en coma; a saber qué hacer siempre sin quitarme las esposas; a mirar hacia delante por encima de las cosas; a no sentirme solo, hablando con la Luna.
Acostumbrado a caminar entre codazos por una calle de un metro de ancho tan solo. Asomarse a un balcón con vistas a un habitáculo sin salida. Murmurar con vergüenza a que me oigan y recuperar el eco de mi voz, que retrocede temeroso, volviendo por el mismo sendero sonoro por el que ha partido y queriendo no salir jamás de su zulo por excelencia: mis cuerdas vocales. Cambiar un “Libro de 3 páginas” por un Best Seller en desarrollo. Una obra de arte elaborada en 2 años de vacío, prólogo ciego y final a largo plazo.
Ahora, mi fiel amigo, no hay lugar a la reconciliación, basta tallar en piedra monumentos de satisfacción, recordar las palabras y retar a la humillación. Buscar un espacio liso, colocar todo a mi lado, comprar aquellas herramientas y construir mi propio legado. Ofrecer al mundo una Parte de Mí y recoger los frutos y no pensar en porqué todo ha sido así. Despedirme con bienvenidas y morir en nuevas vidas, jugar con las palabras, llenar de Luz mis pasos ahora que la oscuridad se siente perdida.
“Una avenida llamada Ansiedad cruza de lado a lado toda una ciudad. Despliega el mapa, al fin dos calles más, una hacia la izquierda, Carrier de la Dignitat, la otra, a la derecha, de nombre Moralitat. No hay duda alguna, no hay elección, la guerra de dos mundos totalmente distintos. Proyecto resuelto, ademán de cimientos, salir de la cueva a base de espectros. Abrir la persiana, respirar aire fresco, historia de un Diario que ha nacido de nuevo”.
Es curioso que allá tiempo las cosas eran diferentes. Los números me daban escalofríos, las letras me sumergían en un mar de pereza, hoy en día sumo cada vez que abro la cartera y gasto tantos lápices como palabras caben en mi cabeza. Pago al contado y anoto lo que he gastado; cuento mis fallos y los relato en mis documentos; cálculos sin calculadora, letras sin fotocopiadora.
Ayer por la noche soñé. No era yo el protagonista de ese sueño, a decir verdad era una pesadilla. Quien ocupaba mi mente subconsciente llevaba el nombre de AIÓN. Era un chico fuerte moralmente, de grandes ansias. Tenía el poder de ver más allá de donde vivía, posicionarse en un determinado momento y, siendo realista, amanecer en pensamientos de alegría. Sus pasos eran baldosas que se ceñían al suelo sin importar lo que rápidamente sucedía alrededor. Su evasión era su seguridad.
Pero hubo otra parte de ese sueño, de ese momento de mortalidad provisional. Apareció una figura femenina, de rostro acelerado, de gestos abstractos, de mente sosiega. Su nombre era ANANKÉ. Como darle la vuelta al mundo, su llegada supuso un cambio. Apareció la eternidad, sopesaron las ganas, quebraron los huesos y todo se hizo monótono. Se creó un agujero negro que tardó, a la vista de sus ojos, años en cerrar. Y justo cuando el cerrojo de ese sueño culminó, yo desperté con Lux de frente.
Anonadado por la ansiedad, estupefacto por lo pasado, tardé varios días en tomar una decisión. Nunca he tomado productos alucinógenos, pero estar sumido en un mar de confrontaciones anímicas tiene unos efectos secundarios muy parecidos. Hablar solo no es completamente estar loco, porque puede haber personajes ficticios manteniendo conversación contigo, y yo recuerdo, en su momento, tomar en consideración los consejos de esas figuras imaginativas que se retrataban cuando iba caminando por los pasillos de un recoveco de mi vida.
Aunque ya casi no me visiten, te lo dejo aquí escrito: quien aparecía siempre a mi izquierda se llamaba Era; quien se sentaba a mi derecha, Tempus. Tenían un dialecto muy parecido y eran muy cultos, creo que sus nombres brotan de sabiduría. Eso y mi pensamiento de que me conocían muy bien, fue algo que fui descubriendo a medida que hablaba con ellos. No obstante, con quien mejor me llevaba era con Tempus, quien más se personificaba. Recuerdo una conversación:
“Si bien dices que todo lo curas, saca el Don de curandero. Me has robado dos años sin pedir permiso, ahora es hora de que los minutos corran a mi favor. No pido que des cuerda en sentido opuesto a las agujas del reloj, sólo te pido que no se te gasten las pilas, la energía de tu sonido característico. Haz un libro de Bucay sólo conmigo y no depares en los gastos que te supondrá ese hito”.
Y así fue, y así te lo relato a ti, "Diario". Dicen que los sueños no se cuentan (asemejándose a los deseos), y que siempre tienen relación con lo que te sucede en la vida. Sinceramente, puede ser. Mirando hacia atrás, bajando la cabeza hoy y estableciendo de reojo un punto de fuga, vuelvo a decir, puede ser. Lo normal es que, como tú eres el único que sabes lo que estoy diciendo en este cacho de balcón, puesto que las estrellas están muy lejos y los sonidos hacen caso omiso a mi presencia, guardes lo que te digo y no me mires con desprecio. Hazte el favor.
Por miedo a que mis pensamientos se llevasen las neuronas que me quedaban, me acostumbré a levantarme de la cama siempre de la misma forma; a mantenerme en pie siempre como todos los demás; a guiarme exactamente por las mismas normas; a buscar aliento y no quedarme en coma; a saber qué hacer siempre sin quitarme las esposas; a mirar hacia delante por encima de las cosas; a no sentirme solo, hablando con la Luna.
Acostumbrado a caminar entre codazos por una calle de un metro de ancho tan solo. Asomarse a un balcón con vistas a un habitáculo sin salida. Murmurar con vergüenza a que me oigan y recuperar el eco de mi voz, que retrocede temeroso, volviendo por el mismo sendero sonoro por el que ha partido y queriendo no salir jamás de su zulo por excelencia: mis cuerdas vocales. Cambiar un “Libro de 3 páginas” por un Best Seller en desarrollo. Una obra de arte elaborada en 2 años de vacío, prólogo ciego y final a largo plazo.
Ahora, mi fiel amigo, no hay lugar a la reconciliación, basta tallar en piedra monumentos de satisfacción, recordar las palabras y retar a la humillación. Buscar un espacio liso, colocar todo a mi lado, comprar aquellas herramientas y construir mi propio legado. Ofrecer al mundo una Parte de Mí y recoger los frutos y no pensar en porqué todo ha sido así. Despedirme con bienvenidas y morir en nuevas vidas, jugar con las palabras, llenar de Luz mis pasos ahora que la oscuridad se siente perdida.
“Una avenida llamada Ansiedad cruza de lado a lado toda una ciudad. Despliega el mapa, al fin dos calles más, una hacia la izquierda, Carrier de la Dignitat, la otra, a la derecha, de nombre Moralitat. No hay duda alguna, no hay elección, la guerra de dos mundos totalmente distintos. Proyecto resuelto, ademán de cimientos, salir de la cueva a base de espectros. Abrir la persiana, respirar aire fresco, historia de un Diario que ha nacido de nuevo”.
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