Señores, siéntense, tomen asiento por favor, que ha llegado la Navidad. Tranquilidad, la crisis afecta para no llegar a fin de mes en todos los meses del año, menos en Diciembre. Hay que despedir el año bien, pero... ¿para qué? si nos hemos quejado todos y cada uno de los días que lo componen porque han subido los impuestos, porque todo está más caro, porque esta situación no va a acabar nunca y demás palabreríos que se convierten en absurdos cuando llegan estas fechas... Yo, creo que es el mes más feliz que puede haber: nos convertimos (me incluyo, pero para que quede bien), en verdaderos niños, esos seres inocentes, inofensivos, los que viven puramente el presente sin percatarse de las repercusiones del futuro, dejamos al azar lo que pueda pasar en el siguiente período, pero este final se vive con orgullo, que joder... ¡es una vez al año! Ilusos, digo, ilusión.
A nadie le debe extrañar que la era del consumismo ya estaba presente mucho antes de que instalasen estas fechas, pero nucho mucho antes. Antes se compraba tanto como ahora, pero se veía la subsistencia por encima de la drogodependencia del consumo. Antes se salía a la calle a respirar el aire contaminado (ahora es igual, pero en mayor escala también), soñando porque el siguiente día fuese una oportunidad para vivir, otra oportunidad para el consumismo, pero el de echar un trozo de pan a la boca, el de no morir. El consumismo material, tenemos que darle gracias a la Revolución Industrial, ese gran avance científico que, con un granito de arena puesto por todos, ha prosperado hasta límites vergonzosos.
Sin quitar importancia a estas calurosas y entrañables fechas, por lo que respecta a las reuniones familiares, los gestos de grandeza con regalos, la cara de un niño al saber que un gordo vestido de rojo o 3 seres inertes ataviados con capas y mal coronados vendrán para dejarles un regalo en un árbol que, sin querer, ha aparecido ahí colgando en bolas, iluminado, decorando la sala de estar... hay que decir que la falsedad también es propia característica que debemos añadirle al fiestón navideño. Yo no tengo porqué decirle a mi familia cuánto la quiero porque llegue un día en el que, a juro, porque lo dice el calendario, me tengo que reunir a comer y mirarles la cara en señal de aprobación hacia la comida; tampoco tengo necesidad de ir más o menos guapo el día en el que se sale de fiesta un año y se viene otro, no quiero ser el galán de la fiesta simplemente porque haya elegido la corbata más adecuada para la ocasión; porque soy una persona poco rencorosa, porque llego a tener otra actitud cuando mis padres me dijeron seriamente que "los Reyes y Papá Noel no existen", y es que me dieron ganas de convertirlos en mis esclavos para el resto de la vida, porque habían estado mintiéndome durante mucho tiempo, y porque aquellos regalos que no había pedido, los que no sé porqué me regalaron el gordo y los que vienen en transporte, ahora tenían una respuesta, los habían elegido mis padres, los que casi siempre tienen el gusto en el culo. Por lo menos no me mintieron al decir que los ponían por la noche...
Pobres pavos, su esperanza de vida intacta durante todo el año, llegan principios del mes fatídico, y el año siguiente tienen que poner de su parte para volver a hacer crecer la nataliad. ¡Qué pena! El turrón, ese producto que cuando llega Navidad es el elemento que suple, junto con los de juguetes, perfumes y champán, los anuncios de estas fechas televisivas. Lo curioso es que están una parte del año y se van, es como las castañas, hay que convervarlos bien para seguir teniéndolos todo el año, disfrutar de ellos en otra fecha que no sea ésta. La única idea que me parece bien del todo es lo de las campanadas, pues que todo el mundo, ¡el mundo entero! (desde donde lo veo yo), esté en silencio al compás de los sonidos de una campana tras otra, es un momento para vivir muchos años, porque el resto del año no hace sino darle a la lengua para bien, o para mal. Espero que todos tengamos uvas (esa fruta que era 15 veces más barata en Noviembre), así estaremos callados, sin abrir la boca nada más que para comer, disfrutando en paz del silencio de la noche al nuevo año.
No se puede acabar sin nombrar un fallo de estas ilustres y recordadas fechas, la igualdad. Y es que mientras una familia se abraza sabiendo que ha llegado el primo hermano de la mujer del padre de la madre de mi sobrina política, que se ha desplazado desde Canadá; o mientras vemos a los amigos que han jugado en los recreos del colegio con nosotros, esos que siempre han crecido a la par nuestra y que ahora volvemos a disfrutar con su presencia; mientras que a los papás les toca hacer de comer para contentar a las mujeres, que estarán colocando los regalos en el árbol antes mencionado; mientras los niños de todos los agraciados padres están correteando y jugando con los "antiguos juguetes", divirtiéndose del reencuentro... otro tanto de población está comiéndose los mocos como siempre, sabiendo que mañana tienen que levantarse para encontrarse con la misma mierda de vida que llevan, quitándose las causas de las magulladuras que tienen en las plantas de los pies, porque todavía Papa Noel ni los Reyes Magos, han sido capaces de trazar un camino para llegar hasta allí, no pueden poner como excusa que iban ya muy cargados, porque un par de zapatos no pesan tanto...
En fin, que la alegría y la armonía propia de estas fechas siga ablandando corazones... Me voy que tengo que ir a comprarle el regalo a mi hermano, ya que estoy miro a ver si tengo algo más que comprarle a mis padres, mi novia este año se lo merece también, algún amigo caerá, no digo quien... y el resto de la familia, me sabe mal llegar allí sin nada en las manos, que joder, ellos también lo harán. Me pregunto cuánto me saldrá el papel de regalo, tanto paquete para envolver...
¡Que viva la Navidad! (Ahora sí, lo siento).
A nadie le debe extrañar que la era del consumismo ya estaba presente mucho antes de que instalasen estas fechas, pero nucho mucho antes. Antes se compraba tanto como ahora, pero se veía la subsistencia por encima de la drogodependencia del consumo. Antes se salía a la calle a respirar el aire contaminado (ahora es igual, pero en mayor escala también), soñando porque el siguiente día fuese una oportunidad para vivir, otra oportunidad para el consumismo, pero el de echar un trozo de pan a la boca, el de no morir. El consumismo material, tenemos que darle gracias a la Revolución Industrial, ese gran avance científico que, con un granito de arena puesto por todos, ha prosperado hasta límites vergonzosos.
Sin quitar importancia a estas calurosas y entrañables fechas, por lo que respecta a las reuniones familiares, los gestos de grandeza con regalos, la cara de un niño al saber que un gordo vestido de rojo o 3 seres inertes ataviados con capas y mal coronados vendrán para dejarles un regalo en un árbol que, sin querer, ha aparecido ahí colgando en bolas, iluminado, decorando la sala de estar... hay que decir que la falsedad también es propia característica que debemos añadirle al fiestón navideño. Yo no tengo porqué decirle a mi familia cuánto la quiero porque llegue un día en el que, a juro, porque lo dice el calendario, me tengo que reunir a comer y mirarles la cara en señal de aprobación hacia la comida; tampoco tengo necesidad de ir más o menos guapo el día en el que se sale de fiesta un año y se viene otro, no quiero ser el galán de la fiesta simplemente porque haya elegido la corbata más adecuada para la ocasión; porque soy una persona poco rencorosa, porque llego a tener otra actitud cuando mis padres me dijeron seriamente que "los Reyes y Papá Noel no existen", y es que me dieron ganas de convertirlos en mis esclavos para el resto de la vida, porque habían estado mintiéndome durante mucho tiempo, y porque aquellos regalos que no había pedido, los que no sé porqué me regalaron el gordo y los que vienen en transporte, ahora tenían una respuesta, los habían elegido mis padres, los que casi siempre tienen el gusto en el culo. Por lo menos no me mintieron al decir que los ponían por la noche...
Pobres pavos, su esperanza de vida intacta durante todo el año, llegan principios del mes fatídico, y el año siguiente tienen que poner de su parte para volver a hacer crecer la nataliad. ¡Qué pena! El turrón, ese producto que cuando llega Navidad es el elemento que suple, junto con los de juguetes, perfumes y champán, los anuncios de estas fechas televisivas. Lo curioso es que están una parte del año y se van, es como las castañas, hay que convervarlos bien para seguir teniéndolos todo el año, disfrutar de ellos en otra fecha que no sea ésta. La única idea que me parece bien del todo es lo de las campanadas, pues que todo el mundo, ¡el mundo entero! (desde donde lo veo yo), esté en silencio al compás de los sonidos de una campana tras otra, es un momento para vivir muchos años, porque el resto del año no hace sino darle a la lengua para bien, o para mal. Espero que todos tengamos uvas (esa fruta que era 15 veces más barata en Noviembre), así estaremos callados, sin abrir la boca nada más que para comer, disfrutando en paz del silencio de la noche al nuevo año.
No se puede acabar sin nombrar un fallo de estas ilustres y recordadas fechas, la igualdad. Y es que mientras una familia se abraza sabiendo que ha llegado el primo hermano de la mujer del padre de la madre de mi sobrina política, que se ha desplazado desde Canadá; o mientras vemos a los amigos que han jugado en los recreos del colegio con nosotros, esos que siempre han crecido a la par nuestra y que ahora volvemos a disfrutar con su presencia; mientras que a los papás les toca hacer de comer para contentar a las mujeres, que estarán colocando los regalos en el árbol antes mencionado; mientras los niños de todos los agraciados padres están correteando y jugando con los "antiguos juguetes", divirtiéndose del reencuentro... otro tanto de población está comiéndose los mocos como siempre, sabiendo que mañana tienen que levantarse para encontrarse con la misma mierda de vida que llevan, quitándose las causas de las magulladuras que tienen en las plantas de los pies, porque todavía Papa Noel ni los Reyes Magos, han sido capaces de trazar un camino para llegar hasta allí, no pueden poner como excusa que iban ya muy cargados, porque un par de zapatos no pesan tanto...
En fin, que la alegría y la armonía propia de estas fechas siga ablandando corazones... Me voy que tengo que ir a comprarle el regalo a mi hermano, ya que estoy miro a ver si tengo algo más que comprarle a mis padres, mi novia este año se lo merece también, algún amigo caerá, no digo quien... y el resto de la familia, me sabe mal llegar allí sin nada en las manos, que joder, ellos también lo harán. Me pregunto cuánto me saldrá el papel de regalo, tanto paquete para envolver...
¡Que viva la Navidad! (Ahora sí, lo siento).
2 comentarios:
La fechas quedan un poco desincronizadas pero la verdad no entiende de fechas. De nuevo, vuelves a dar en el clavo, punto por punto en cada escena que forma la gran obra de teatro que es nuestra vida. En este acto, es la Navidad, el papel protagonista lo tiene la sñra. Hipocresía que además ha sido nominada a un óscar a la mejor actriz y una medalla al mérito al trabajo ya que está todo el año currando. Esperemos que el tan ansiado óscar no le lleve al divorcio del que es su gran amor: el sñr. Dime cúanto tienes y te diré lo que vales. Ya sabes, la MALDICIÓN DE LOS ÓSCARs. Más que nada por la preocupación que tengo de ese niño en común de hace varios años, el pequeño "Dios le da dientes a quién no tiene boca".
En fin, que la Navidad me parece un cuento y de los malos ya que todo lo que dice es incongruecia tras incongruencia, empezando por el nacimiento de Jesús en el portal de Belén ya que tal y como están ahora las cosas entre Israelíes y Palestinos es algo poco menos que IMPOSIBLE. Y, teniendo en cuenta que esa historia lleva escrita desde hace miles de años... pues creo que hace, ahora 2010 años, la cosa no era diferente. Y mucho menos esos tres señores que van vestidos de el primo hermano de la madre de tia de la vecina que es amiga íntima de Agata, si la mujer de P.J, director de un periódico. Esos señores que, por lo menos, intentar representar los tres orígenes de las miles de razas mundiales (mira, como el periódico) que caminan desde diversos puntos de ese planeta que agoniza por sobrevivir un año mas, y se guían por una estrella fugaz. Bueno, eso todavía lo admito pero... ese hombre rechoncho vestido de rojo,¿de onde a salío? en la versión original no aparece. Además, si en mi casa no hay chimenea... ¿por donde entra?
Da igual, que estas fechas no me gustan nada, me parece lo más asqueroso del mundo, no la fecha en sí, que eso tenía que pasar, el tiempo es una variable física que por lo visto no tiene retroceso, más quisieramos algunos eh??, y el año algún día tenía que acabar. Lo asqueroso son aquellas personas que hacemos (yo tambien me incluyo porque no vivo en una burbuja independiente del mundo) que estas fechas tengan esta magnitud. Somos nosotros lo que una vez al año queremos limpiar nuestro armario y no me refieo al ropero, que también por aquello del vestido de fin de año (trabajo que deberia estar remunerado porque ya me diras tu mi cómo carajo buscas un vestido de tirantas, con brillo, ceñido al cuerpo que no te de frío, que no sea demasiado llamativo y que no te marque las lorzas que te hace el tanga rojo de rigor) sino el espiritual, amos, la conciencia. Parece que es en estas fechas cuando nos acordamos que existe gente que no sabe qué es la navidad porque NADIE se lo enseñó ni tan siquiera conoce a eso señores que viajan en camello porque ESE NADIE, SE OLVIDÓ DE PRESENTARLOS. Y son precisamente esas personas las que merecen más que nadie, unas navidades, pero no un día al año, sino TODOS LOS DÍAS, porque todos los días ellos tienen algo que celebrar: ESTAN VIVOS, le acaban de ganar otra batalla a su supervivencia.
Es en estos momentos familia de actores nominados, cuando quisiera que fueran profesionales y, haciendo gala de su larga trayectoria profesional, hagan MUTIS POR EL FORO.
Como ya te dije por vías ajenas al blog, "impresionante" Marta.
Casi que la entrada y el comentario posterior tuyo son "uña y carne". Vamos, que si te creases un blog y deleitases con fragmentos como ese, sería el que escribe visitador cotidiano.
El estado de felicidad provisional de la Navidad es uno de los inventos más ilustres del ser humano para con el beneficio propio. Es una época de ánimo de lucro, pero se diferencia de muchas otras en que ésta está bajo la influencia de la "ilusión", ese sentimiento de culpa ante la no ocnsecución del mismo, unido a la presión por rutina que ejercen los más infantiles, hacen de la fecha algo fijo en la mente de todos.
Es una pena, porque hay muchos días en el año como para que un niño pueda acaparar la ilusión de acostarse temprano para levantarse aún más y ver qué sorpresa le tienen preparada sus padres.
Nos espera, y lo digo porque aún no hemos llegado (o eso creo) a ser padres, una difícil tarea.
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